Con la reciente victoria de Donald Trump en las elecciones de 2024, la relación entre el expresidente y Elon Musk, el magnate de la tecnología, se ha convertido en un factor de alto impacto en la política estadounidense. Trump ha prometido a Musk un puesto en su administración, allanando el camino para una colaboración que podría redefinir la estrategia económica y tecnológica del país.

El apoyo de Musk a la campaña de Trump, especialmente a través de su red social X (anteriormente Twitter), ha servido como un importante canal de comunicación y movilización. X ha permitido amplificar mensajes y narrativas que favorecieron la campaña de Trump, un recurso que su propio hijo describió como «decisivo» en la contienda electoral. Musk, con una inversión de $44,000 millones en esta red, se ha alineado estratégicamente con figuras de derecha, y ahora aspira a un papel en la Casa Blanca en el que, sin título ni remuneración, pretende aplicar una política de «eficiencia» similar a la que impuso en X, recortando personal y desmantelando áreas operativas en nombre de la productividad.

Desregulación y «eficiencia»: la promesa de Musk en el gobierno de Trump

Musk, quien ha sido crítico de lo que llama el «virus woke», planea combatir las políticas de inclusión, igualdad y ayudas sociales que considera trabas para la economía y la meritocracia. Como «fiscal de la eficiencia», podría buscar reducir regulaciones en áreas laborales y sociales, abogando por un entorno donde la innovación prevalezca sobre las normas establecidas.

Las criptomonedas y la economía impulsada por Musk

El apoyo de Musk y Trump a las criptomonedas ha despertado entusiasmo en el mercado, impulsando el precio de Bitcoin y Dogecoin. Trump ha sido presentado en su campaña como el “cripto-candidato”, prometiendo convertir a Estados Unidos en un líder global en esta tecnología. De cumplirse esta visión, la política de regulación cripto podría relajarse, impulsando el crecimiento de estos activos.

Tesla y la Inteligencia Artificial en el horizonte

Si bien Trump ha criticado abiertamente a Silicon Valley, la victoria de su campaña ha fortalecido las acciones de Tesla en bolsa, reflejando las expectativas de un entorno favorable para la tecnología. Musk aboga también por una desregulación en inteligencia artificial, promoviendo un modelo de “experimentar primero y pedir perdón después”, lo que plantea posibles riesgos en la seguridad y ética de la IA.

¿Un conflicto de intereses?

La posible inclusión de Musk en la administración Trump plantea interrogantes sobre los actuales conflictos legales que enfrenta, especialmente con la Comisión de Bolsa y Valores (SEC). Su influencia en el gobierno podría comprometer la independencia de las agencias reguladoras, afectando la objetividad de futuras investigaciones sobre sus negocios.

La unión de Musk y Trump no solo redefine los límites entre tecnología y política, sino que también inaugura una era de desregulación y privatización que podría transformar el modelo económico de Estados Unidos en los próximos años.